jueves, 22 de diciembre de 2011

Ereván



                                                    Foto: Xabier Arregui



El otro día me puse a buscar en Internet vuelos para Erevan, la capital de Armenia. Creí que podría encontrarlos por un precio razonable, ya que en el Líbano hay una comunidad armenia muy numerosa,  que sobre todo comenzó a llegar durante  la I GM, a consecuencia del genocidio sufrido por parte de las tropas turcas. En Beirut hay muchas zonas, e incluso un barrio entero, Bourj-Hammoud, con población armenia. Así que no es raro ir por la calle y toparse con unas extrañas letras, tales como  խ  ճ  ֆ  , y multitud de iglesias, siendo por cierto Armenia el primer país del mundo en adoptar el cristianismo como religión oficial.

Siempre me ha llamado visitar Armenia, desde que empecé a escuchar historias de un pueblo maltratado pero vitalista, enclavado en el medio de Europa y Asia y entre dos mares, el Negro y el Caspio, y desde que ví como Lucio Cornelio Sila viajó hasta allí con sus tropas romanas a poner orden. Luego también sobre la armonía y gran adaptación que muestran en los países a los que emigran. Hace unos días alguien me lo ponía como buen ejemplo de inmigrantes en el Líbano, dando sin embargo a los palestinos como ejemplo negativo. Me contaba que no entendía como los palestinos habían tenido que armarse y luchar contra los judíos en todos los países adyacentes a su patria ocupada, además de no preocuparse por la integración. La situación sin embargo no es la misma, porque probablemente ningún caso es comparable a la ocupación ilegal de Palestina.

 El caso es que esperaba ver algún vuelo directo Beirut- Ereván,  y cual fue mi sorpresa cuando ví que no sólo no podría ir directamente desde mi ciudad, sino que iba a tener que hacer un viaje por el desierto por culpa de los conflictos que asolan esta tierra. Lo del viaje por el desierto no es literal pero casi, y esto básicamente es un Pepe no se habla con Manuel, así que no puedes ser amigo de los dos, y olvídate de coger un avión que vaya de Pepe a Manuel ni hoy, ni mañana ni probablemente nunca. Antes tendrás que aterrizar en, digamos, Jesús, que por ahora se entiende con los dos. Sólo que en vez de caer mal estamos hablando de muerte, exilio y destrucción.

No hay vuelo directo, bien. El único vuelo directo en la zona lo tiene Tel Aviv, en Israel y que está a tan sólo 215 km de Beirut. Sin embargo el buscador de vuelos me ofrece dos opciones: puedo ir a Tel Aviv desde Estambul, a unos 1000 km, o desde Amman, bastante más cerca. No hay vuelos desde el Líbano a Israel porque técnicamente los dos países aún están en guerra, y la frontera está cerrada.
 Podría quizás ir a Estambul, y en vez de volver estúpidamente hacia Tel Aviv, ir a Ereván desde allí. Pero tampoco puedo porque las relaciones turco-armenias, aunque tienen visos de mejorar, son bastante frías a causa de problemas con Azerbayán, y también por el no reconocimiento del genocidio que el gobierno turco se resiste a aceptar, con la excusa de que estas matanzas sucedieron en el contexto de la I Guerra Mundial, y el objetivo nunca fue el exterminio sistemático del pueblo armenio. Fuese o no el objetivo, el caso es que se calcula que mataron a entre un millón y medio y dos millones de personas, lo cual no suena muy improvisado.

Me han contado de los turcos que son un pueblo tremendamente hospitalario. Héctor, que en nada dejará de ser becario de la oficina de Ankara, tenía un historia que lo muestra. Cogió un bus en esta ciudad, pero se confundió y acabó en un barrio totalmente desconocido. Tras comunicárselo al chófer, éste hizo algo impensable en ciudades europeas. ¿Os imagináis a un chofer alemán cambiando la ruta para ayudar a un extranjero? Pues esto es lo que hizo el turco, se desvió de su  trayectoria normal para llevar a Héctor a una parada de taxis.
Conste que esto lo cuento para poder criticar después a los turcos, una de cal y otra de arena. Porque los turcos son muy patrióticos, demasiado diría yo. No les gusta que hables mal de su país, y esto resulta difícil de entender para, por ejemplo, los españoles, que ya hablan mal ellos directamente de su país, no hay ni que esperar a que lo haga un extranjero. Xabi, actual becario de la oficina de Ankara, me contó que cuando iban andando a la oficina uno de los primeros días, de repente las campanas empezaron a repicar, la gente por la calle se paraba en seco y se mantenía inmóvil, los coches en la carretera detenían su marcha, la gente bajaba de éstos y esperaba, con estampa triste, un ambiente de luto. Todo ello materia de película, todo incomprendido normalmente por parte de un no turco.
Pues bien, lo que sucedía era que Ataturk, el padre de los turcos, el fundador de la república turca, había muerto a esa hora exacta (las 8:55 creo que era), ese mismo día hace 73 años. Y cada año, a esa misma hora ese mismo día, el país se paraliza y por unos minutos se hace el silencio. Da un poco de miedo, como si endiosaran al pobre hombre. Quien sabe, igual cuando murió Ataturk hubo también imágenes surrealistas como las que vimos el otro día por la muerte del dictador norcoreano, con gente destrozada por el dolor con un cerebro de serie.

En realidad yo quería hablar del Líbano y de cómo cada religión intenta mostrarse con ferocidad e intensidad, como un perro meando alrededor de su territorio, para avisar a las otras de que está aún aquí y no piensa irse, aunque en el país de al lado haya muchos más de su religión o algunos de su camada se marchen al exilio. Esto lo que hace es dar una riqueza palpable al país, mezcla de culturas, artes y formas de ver o creer la historia,  leyendas, símbolos, ideas. Prohibiciones, aunque no estoy seguro de que éstas sean riqueza, sobre todo cuando se pretenden imponer los dictados de un libro sagrado, como si un ente etéreo, y además por lo visto tremendamente machista, pudiera decidir cuales son nuestros valores y derechos, los de los hombres. Digo yo que nadie mejor que nosotros para saberlos, y para aceptar como sentido común que, por ejemplo, una mujer no pueda ser violada y golpeada como parte de sus deberes maritales.

Pero esta mezcla de creencias, cuando uno no es tan civilizado como los suizos, y no nos engañemos, nadie es tan civilizado como los suizos (de hecho lo son tanto que da grima), suele traer problemas. Comparo con los suizos porque en realidad no hay tanta diferencia con el Líbano, también éstos tenían una sociedad con varias comunidades religiosas, varios idiomas incluso, y consiguieron construir las bases para vivir en armonía.

Si Ataturk estuviese hoy en Líbano no duraría ni dos minutos. Si seguro que para el fue complicado convencer a los turcos de que el país debía ser laico y no de confesión musulmana, en un país que tiene una gran mayoría de sunitas, imaginaos aquí, que hay 18 confesiones religiosas, y tres de ellas con representación numerosa. Seguro que si fuese libanés se daría pronto por vencido y lucharía por tener agua y electricidad con regularidad en su casa, que ya es bastante tal como están las cosas.
 .
El Ararat es el símbolo nacional armenio, una montaña majestuosa que se dibuja sobre el cielo de Ereván y de casi toda Armenia, desde donde es visible. Y he aquí que el símbolo de un país, el protagonista de historias míticas, el lugar a donde fue a parar el arca de Noé después del diluvio universal, es territorio turco desde 1923. Eso debe de doler a los armenios. Tener la montaña ahí, visible desde todo el país, quererla (lo mucho que se pueda querer una montaña), y que pertenezca al mismo Estado que no hace tanto les hizo pasar el peor capítulo de su historia.
  No muy lejos, en el Líbano, el Bosque de los Cedros es el símbolo del país, apareciendo este árbol en la bandera nacional. Se encuentra en zona cristiana maronita, en el norte del Líbano,  en unas preciosas y escarpadas montañas a tiro de piedra del mar, y no cuenta con más de 50 árboles. Por toda esta zona la forma de mear alrededor es poner capillas, crucifijos e iglesias por todos los sitios, para dejar claro que esta es zona cristiana. En el pueblo de Bcharri, donde dormimos no hace mucho Héctor, Xabi, Jaime y yo, la iglesia es casi más grande que el pueblo. Y en el Bosque de los Cedros, al lado, hay dos árboles esculpidos con figuras de Jesús en la cruz. El pobre hombre encaramado en lo alto de un árbol seco, para vanagloria de los orgullosos habitantes.

Hace poco una amiga libanesa, Ghinwa, me contaba que ella trabajó durante un tiempo con cristianos de Bsharri. Bien, resulta que algunos de ellos creen que sólo ellos, los cristianos de Bsharri, irán al cielo, si cumplen los sacramentos y se portan como buenos cristianos. No es broma. Creen en un cielo bsharriense, si queréis. De forma que cuando muera, si llego al cielo y un San Pedro árabe me pregunta de dónde soy y que fe profeso, puede que me salve si le digo que soy maronita y le cuento que conozco alguna cosilla del pueblo, que la farmacéutica es mi prima o algo así. Vosotros, la mayoría que leéis esto, lo tenéis más jodido. Con ánimo altruista os diré que está al lado del valle de Kadisha y que está a 1450 metros de altura, por si os preguntan.

En otros sitios se bañan en sangre y gritan, como ya habréis visto que pasa en el Ashura. Sin embargo no debéis llevaros por una impresión errónea: es un acto aislado y la mayoría de chiítas critican esta práctica y la consideran incluso herejía, aunque hay que reconocer que como reclamo publicitario es inmejorable. Pero da mala imagen. Me doy cuenta de que muchos tendrán recuerdos de gente ensangrentada cuando piensen en el Líbano, y es algo que me gustaría evitar en lo posible. Intentad pensar en guapas libanesas los que hayáis visto algunas, o en vistas al mar desde montañas nevadas. Si os decantáis por pensamientos de guerra y violencia, recordad que esto es la cuna de los fenicios, precursores del alfabeto latino y los mejores comerciantes, y que aquí a día de hoy conviven varias comunidades religiosas en paz, lo cual, salvo en Suiza, es muy difícil.

Por cierto, el billete de avión Beirut-Estambul-Ereván cuesta 2.500 dólares. Sintiéndolo mucho, es una viaje que va a tener que esperar, salvo que decida ir como Sila en caballo, aunque esta vez sin tropas romanas para ayudarme. E’ un mondo difficile.


miércoles, 7 de diciembre de 2011

Ashura



‘Una sola lágrima llorada por Hussein limpia cien pecados’ Dicho chií





                                        

                                     Foto: Natalia Sancha

 


 

  Cuando salí del recinto donde está la mezquita, junto a Jaime para buscar agua, no escuchaba bien lo que éste me decía y veía algo borroso. Salimos de allí, rodeamos el campo de fútbol donde un par de horas después se representaría la muerte de Hussein, y tomamos una calle donde el sol venía de frente, y donde nunca olvidaré la sensación de estar flotando entre la luz cegadora, con las piernas temblándome y a punto de desmayarme. Había sido demasiado para mí ver a esa hora de la mañana a niños ensangrentados, con cortes en la cabeza, y golpeándose en ella alentados por sus padres. Aquí el que escribe es bastante sensible a estas cosas.
  Después de sentarme y beber agua ya empecé a sentirme mejor y se fue la sensación de mareo. Un rato después  Jaime, Xabier, Héctor y yo, todos becarios de oficina comercial (ellos en Ankara y Bombai), buscamos sitio en las gradas del campo de fútbol, que empezaban a llenarse de chiítas, la mayoría vestidos de negro. En la megafonía se escuchaba desde primera hora de la mañana a un hombre contando la historia de Hussein, lamentándose por no haber podido salvarlo. De vez en cuando se le escuchaba llorar, y en esos momentos uno no podía evitar empaparse de la tristeza que flotaba en el ambiente, aunque no entendiese nada de lo que decía. Muchos de los que estaban en las gradas rezaban y parecían realmente compungidos, algunos incluso lloraban. Yo me sentía en el centro de algo a lo cual no pertenecía, un extranjero perfecto, que es lo que siempre he buscado.


  En el día de la Ashura, los chiítas conmemoran el décimo día de la batalla de Karbala, cuando Hussein, el nieto del profeta, se convirtió en un mártir (680 DC). Es un día de duelo y dolor, en el que los chiítas de todo el mundo lamentan no haber podido salvar a Hussein. Algunos, los más radicales, se autolesionan. En algunos países, como el Líbano e Irán, la autoflagelación está prohibida desde hace poco, porque probablemente da una imagen bárbara y primitiva del Islam, además de algunas pérdidas humanas.

  Puede que esta prohibición esté vigente en Beirut, pero no desde luego en Nabatyeh, donde tuve la oportunidad de estar ayer en el día de la Ashura, y ver cosas que nunca antes había visto.
 Cuando estábamos en las gradas los autóctonos nos preguntaron que hacíamos allí, si éramos periodistas, por qué habíamos venido, todo con mucha amabilidad. Un niño que estaba justo delante no paraba de mirarme, como si fuese un especimen nuevo para él. Poco después sacó un par de caramelos de menta, los dos únicos que le quedaban, y nos los ofreció a mí y a Héctor. Esa es la hospitalidad árabe que ya ha dejado de sorprenderme. La honradez había sido totalmente comprobada minutos antes, cuando el hombre al que comprábamos un delicioso pan con sésamo con forma de bolso quiso devolvernos hasta el último céntimo de vuelta, a pesar de que podía perfectamente habernos engañado. Después, está la picardía de las grandes ciudades, el juego de los taxistas para aprovecharse de los turistas en Beirut. Pero la gente humilde aquí no roba.
Cada vez que siento en mis carnes esta honradez árabe, cada vez que le cuento a alguien que no se preocupe, que aquí no se roba, que puede dejar una mochila en medio de la calle y volverla a recoger una hora después (con algo de suerte, mala gente la hay en todos los sitios), me acuerdo de los prejuicios europeos.
  Poco antes de venir al Líbano tuve la oportunidad de percibir la opinión de los árabes de mucha gente, que me contaba sus impresiones. Mucho racismo. Pero de entre todas la que más me impresionó es la de un hombre culto de unos 60 años. Me previno contra los árabes, contándome que no eran gente de fiar, que si uno era infiel ellos no se comportarían de la misma manera, lo despreciarían,  y podían jugar malas pasadas. Yo sólo dije que no estaba de acuerdo, no le dije lo que realmente pensaba, que tenía enquistado un prejuicio vergonzante y que me daba pena. Como él, tantos otros occidentales tienen esta visión del pueblo árabe, como si fuesen todos un atajo de fanáticos afiliados a Al Quaeda. Siempre, claro, olvidándose del propio fanatismo cristiano, que tanto mal ha hecho.

  Nabatyeh es un pequeño pueblo en el sur del Líbano de mayoría chiíta, situado entre pequeñas colinas de aspecto más bien árido, cerca de la frontera con Israel, y donde ya se respira el odio que se siente hacia ese país. Murales con estrellas de David machacadas por un puño, dianas con ésta en el centro. Lo que en realidad se puede esperar de un pueblo que ha sufrido enormemente por las acciones de los judíos, de una región que ha visto tantas veces su progreso estancarse por las ocupaciones del país vecino, y donde las infraestructuras son tan escasas por la misma razón que parece un pobre país del África profunda. No viene a cuento, pero hace falta saber esto cuando se habla del sur del Líbano.

   Nabatyeh, a donde habíamos llegado a las 7.15 am para presenciar muestras de fe y de fanatismo, sangre, y donde presenciábamos la representación de cómo Husein y su familia murieron en la batalla de Karbala. En el campo de fútbol todo había sido perfectamente cuidado para parecer un desierto. Se habían hecho montones de arena simulando dunas, al fondo se divisaban palmeras y a lo largo de la banda paneles con dibujos de desierto. Además el sol pegaba fuerte, abrasando probablemente a la mayoría, que además iban de negro.
  Después de un rato largo, Hussein y su familia, caballos, camellos y el ejército enemigo salieron al escenario con las gradas abarrotadas de gente. A nuestro alrededor una mujer vestida totalmente de negro me comunicó en francés que ya empezaba, y que podía sacar fotos. Parecía que en realidad debíamos sacar fotos para mostrar interés, y le dije a Xabi si podía dejarme su cámara para contentar al personal.  Sobre una hora estuvieron representado la muerte de Hussein, aunque nosotros decidimos irnos antes porque ninguno se enteraba de nada.

  Durante la espera de la representación nos había parecido escuchar procesiones alrededor del estadio, pero no podíamos comprobarlo donde estábamos. Yo creía que era allí  en las gradas donde estaba la gente, y las calles estarían casi vacías. Pero cuando salimos del campo vi que estaba totalmente equivocado, y que la Ashura estaba en la calle. En las aceras se arremolinaban curiosos presenciando el espectáculo. Mujeres embutidas en negro, curiosos, mujeres cubriéndose la boca, gente captando imágenes, hombres abriendo los ojos, periodistas en medio de la maraña. Yo, al principio, mirando para otro lado. Después ya me acostumbré a lo que sucedía y pude observar a donde pueden llegar los extremos y el fanatismo. Olía a sangre.

  El espectáculo eran grupos de jóvenes bajando las calles, lamentando la pérdida de Hussein, el no haber estado en la batalla protegiéndolo. Vestidos de blanco para mostrar la sangre, poco antes se habían hecho cortes en la cabeza, y llevaban en la mano machetes o espadas con las que se golpeaban de canto en la parte superior del cráneo, de donde brotaba la sangre. Algunos incluso llevaban cadenas. Al unísono gritaban ‘Haidar, Haidar’, uno de los nombres de Hussein. Así que daban vueltas por las calles, con rapidez, como sumidos en trance algunos de ellos, otros, para que negarlo, sólo mostrando su hombría. Algunos grupos sólo mostraban su dolor golpeándose la cabeza, sin provocar sangre, pero muchos eran los mejores extras de una película gore que nadie haya podido ver. Con la cara ensangrentada, con sus ropas caladas de rojo, golpeándose en las heridas de la cabeza, gritando el cuarto nombre de Hussein.
Mientras veía los charcos de sangre que se formaban en el suelo, dos hombres cogieron a uno de su propio grupo que había empezado a tener convulsiones, supongo que por la pérdida de sangre. Metían la mano en su boca para que no se tragase la lengua. Al rato una enfermera, totalmente lívida, era llevada a la carrera hacia la tienda donde multitud de enfermeros atendían a los heridos que necesitaban asistencia. Había visto demasiada sangre.

  Se repartía comida y bebida gratis para festejar el Ashura, aunque no haya nada que celebrar porque el día no deja de ser de duelo, y era curioso ver a gente comiendo, y al lado viendo pasar por todos sitios a hombres ensangrentados. Conocimos a una chica chiíta, que se ofreció sin conocernos de nada a llevarnos un día a su casa para que conociéramos a su familia en una bonita región del sur del Líbano. Estuvimos un rato hablando con ella y con su primo, y cuando se fue le ofrecimos la mano para despedirnos. Sorprendidos descubrimos que no podía tocarnos. Es algo que aun no me había pasado pero para lo cual ya estaba prevenido. Sonreímos y nos marchamos de allí. Conste en acta que sólo las muy religiosas actúan así.

  Los grupos seguían pasando, y los chiítas ensangrentados estaban por todas partes. A veces te tropezabas con ellos, con sus espadas y sus machetes, y yo no podía evitar desviar la vista ante sus ojos, ante su cara ensangrentada. Eran combatientes de una guerra en la que no habían podido estar, pese a lo cual habían decidido lucharla, y había que cederles el paso.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Michael








No he hablado nunca con Michael, vaya esto por delante. Bueno sí, cruzamos un par de frases antes de que contase su batalla de cómo conquistar el mundo. De hecho, esta costumbre de hacer protagonista de cada entrada a una persona puede que no dure mucho, porque si uno no encuentra un personaje con una historia interesante, con la cual pueda enlazar y escribir sobre otras cosas, se queda a la espera. Podría también escribir sobre amigos, pero eso sería más complicado, porque podrían leerlo y no podría escribir con tranquilidad, como cuando sé que muy probablemente la persona de la entrada no lo va a leer. No es que la vaya a poner a caldo, pero me gusta la libertad de verlo separado del blog.

Mi jefe quería que fuese el otro día a un congreso de ‘entrepreneurs’, creyendo que era de empresarios. Entrepreneur se traduce al español como empresario, correcto, pero se suele entender como emprendedor. Y resulta que la palabra ‘emprendedor’, que tanto se usa últimamente, es un adjetivo, no un nombre, con lo cual se está utilizando erróneamente, y mi jefe creyó que estas charlas eran para empresarios libaneses. Bueno, pues no. Era para personas emprendedoras, que tengan intención de crear negocios. Y a estas personas se les suelen dar ese tipo de charlas tan americanas, tan vacías.

Así que ya me imagináis a mi escuchando charlas tipo ‘El liderazgo es un viaje’ o ‘El núcleo de la emprendeduría’. Si alguien tiene un sinónimo mejor para entrepreneurship que lo diga, emprendeduría suena horrible pero muestra el problema que hay con esta palabra. Mi jefe dice que Javier Marías tendría que tomar cartas en el asunto y escribir un artículo explicando el mal uso que estamos haciendo y tal.

En la del núcleo un tipo libanés bastante simpático se puso a hablar de la diferencia entre los valores y los principios, todo ello aplicado a las decisiones que tomamos en la vida. Total, que hay que tomar decisiones basadas en nuestros principios, y que tenemos que hacernos responsable tanto de nuestros aciertos como de nuestros errores. Ah, y que la vida es justa porque los mismos principios se aplican a todo el mundo en todos los sitios. Ya, Roland, pero no es lo mismo nacer en Boston que en Burkina Faso, aunque las manzanas caigan todas hacia abajo en los dos sitios.

Roland dijo alguna cosa interesante, como que las decisiones que tomamos producen resultados. Y eso es la vida, tomar decisiones, ver resultados. Según Roland, no  tomar una decisión también lleva a un resultado. En ese momento yo me sentía como si estuviese asistiendo a una charla de filosofía barata con Paulo Coelho, y me fuese a contar que la vida es un camino con manzanas, unas exquisitas y otras podridas, y que tenemos  que probar todas para descubrir el verdadero sabor de la manzana. O que el monje le dio de comer a su discípulo y éste le dijo que hoy no tenía hambre porque la belleza del mundo le había eclipsado. En fin, que Coelho me da mucha grima.

De la siguiente charla poco hay que decir, ni el nombre tengo apuntado de lo poco que duré. La daba una pareja, que nos pidió amablemente que nos levantásemos y nos situásemos en corro enfrente de ellos. Cómo ampliar tu Network, creo se llamaba el invento. Yo ya me olía que no me iba a gustar el tema, así que me sitúe más fuera que dentro, a la expectativa. Repartieron unos papeles donde había que poner el nombre y decir que hacías allí. Me fui desplazando un poco más hacía zona segura. Empezaron a  agrupar a gente según el mes de nacimiento, y entonces ya saqué el móvil, toqué un par de botones, puse cara como de sorprendido y me fui lenta y lamentablemente hacia la salida. Estas actuaciones, yo siempre creo que las hago bien, pero quién sabe, supongo que se nota y  parezco un poco gilipollas. Pero prefiero parecer gilipollas que ponerme a conocer a gente obligado. Si a mí me encanta conocer gente, pero naturalmente, no en una charla de mierda.  ¿Con qué cara le digo a mi hijo que conocí a su madre en una charla de mierda, y todo porque nacimos en el mismo mes? Jamás.

Me fui afuera a fumar un pitillo, pero resulta que no tenía. Había por allí un señor que fumaba, tal cual como el de la foto de arriba, y decidí pedirle uno. Le dije que me había quedado sin ellos, lo cual era totalmente cierto. No hay problema- me dijo- toma dos. Y diez minutos más tarde me enteré de que era Michael el que iba a dar la charla sobre liderazgo, así que cuando empezó a hablar yo ya pensaba bastante bien de él.

Fue entonces cuando Michael nos instó a cambiarnos de sitio con la otra parte de la audiencia, ya que el área de sillas estaba partida a la mitad por un pasillo. Además,  en los treinta segundos que durara el cambio, teníamos que conocer a tres personas.
Decidí que mi papel del día era hacer bien el gilipollas y me fui discretamente de allí. No pude evitar sacar el móvil, creo que es un acto reflejo cuando uno quiere evaporarse sin llamar la atención. Volví por allí unos minutos después y Michael contaba la cantidad de empresas que había montado, que muchas habían salido mal debido a su poca preparación, pero que había que ser perseverante. Por cierto, Michael es yankie. Después de la charla algunos se le acercaban como buscando un consejo mágico, y él hablaba de la confianza en un mismo, en su proyecto, en los sueños realizables. Toda esa bazofia del sueño americano.

Yo empecé a experimentar en mis carnes toda esa entusiasta práctica americana de los negocios hace algo más de un año en Dublín, cuando trabajaba en una empresa que intentaba engañar a pobres irlandeses para que comprasen televisión digital. La reunión por la mañana empezaba con todos en corro, el jefe en medio diciendo las cifras de venta del día anterior, de los mejores vendedores. Y había que aplaudir, había que gritar, había que estar entusiasmado. El jefe nos instaba a comernos entre nosotros recreándose con la historia de cómo se comió a su jefe, cómo ascendió por encima de él. Teníamos que ascender, ganar más dinero, podíamos entonces tener nuestra propia empresa. Más dinero. Trabajad más, salid a la calle, llamad a las puertas para vender vuestro magnifico producto. Dinero. Pero siempre de buen rollo, eso sí.

Había incluso conferencias donde los vendedores contaban sus secretos para vender. El objetivo era siempre entrar dentro de la casa, tener la charla de colegueo diez minutos y después ir al grano. Uno de los vendedores, Bryan, se dispuso a saborear su momento: ‘Cuando yo salgo de la casa donde he vendido, los compradores no se quedan con la impresión de haber comprado Sky TV, no señores. Me han comprado a mí, han comprado a Bryan, por eso están felices’. El coliseo de vendedores se vino abajo. Bryan era bastante gilipollas, pero un buen vendedor sin duda.

 El mejor truco lo tenía un vendedor de otra oficina de Irlanda. El caso es que Jimmy (o Tom, o Lucas)  daba su discurso: tal y tal, que te como el tarro, que mierda de televisión tienes, tus vecinos ya nos han comprado, bla bla, hoy es el día, la oferta es HOY... Si es que hasta nos daban clases pseudo psicológicas de cómo atraer al cliente...
Pues entonces, cuando llegaba el momento crítico, el de la verdad (¡entrar!) Jimmy se sacaba su as de la manga. Lo que a mí me habían enseñado es que había que decir algo así como ‘no hay problema, tengo unos minutos libres, paso y le explico todo en profundidad’, con un detalle importante: al hablar de pasar dentro, no mirar a los ojos al potencial cliente. No le mires, mira al suelo. Creo que es porque si les miras a los ojos pueden pensar que eres un psicópata y les vas a quitar los ojos si te dejan pasar.
Bueno, pues lo que Tom hacía era esto: le soltaba la misma parrafada, y luego, sin dar tiempo a reaccionar, sin dar tiempo a la negativa, ponía un pie dentro apuntando al felpudo y decía: ‘¿me quito los zapatos?’. Igual a vosotros no os dice mucho, pero cuando se tiene tantas veces el objetivo de entrar en la casa, el truco de Lucas hace que se te caigan las lágrimas. No es que funcionase siempre, pero era bastante infalible.

Voy a ir parando porque esto se me está yendo un poco de las manos. En realidad estoy escribiendo esto porque debería estar arreglando mi trabajo de fin de master, del cual tendré que hacer una presentación por videoconferencia en menos de un mes. Y como me apetece menos que flagelarme mientras me echo limón en los ojos, aquí estoy. Lo que quería decir con todo esto es que el Líbano, que está en permanente tensión entre la facción árabe y la occidental, sucumbe en algunos casos a la peor influencia americana. Nosotros, los europeos, ya estamos jodidos por esa cultura yankie  (aunque aún no hayan llegado a llenar de entusiasmo y buen rollo el mundo de las empresas), pero hay que intentar salvar al resto del mundo.

  Algunos libaneses se sienten más occidentales que de Oriente Medio, se comportan como tal y procuran por ejemplo hablar inglés en vez de árabe. Así de mal va el mundo.
Me voy ya, pero no sin decir algo. Cuando un pobre chaval desnutrido llame a vuestra puerta, con un mísero traje negro, con una sonrisa falsa, muy falsa, con la intención de venderos algo, sed amables. Ya no os digo que le compréis la mierda que os venga a vender, pero sed amables. El gremio de ex-vendedores ambulantes os lo agradecerá.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Youssef






Si en el 2000 el gobierno libanés tenía previsto hacer 10 presas, y en el 2011 sólo hay una hecha, como vamos a tomar en serio que tengan un superplan para hacer 54 en 20 años?

Lo sé, os interesan un colín las presas en el Líbano. A mi hasta hace poco también, pero  ahora mismo es lo principal de mi trabajo, porque tengo que hacer un informe sobre la situación de éstas en el país, con vistas a la posible introducción de empresas españolas para su construcción. Así es que el otro día me dirigí a la Libanese University, una de las muchas universidades de Beirut,  para hablar con Youssef,  un profesor de ingeniería, especialista en presas (en la foto en uno de sus proyectos, el de camisa negra). Contacté con él por email, después de ver un trabajo suyo sobre un proyecto de presas en el río Al Zahrany, en el norte del Líbano.

El problema del agua en el Líbano no es algo que yo vea como etéreo, como un problema externo que sólo me incumbe en mis horas de trabajo. Me afecta en el día a día: en el mes de octubre estuve casi dos semanas sin agua en casa (por un problema largo de explicar que empezó con un grifo pasado de rosca echando agua a todo trapo), y aún ahora de vez  en cuando se va.
El otro día pude ver de qué va todo esto en el techo del edificio donde vivo. En la mayoría de casas, el agua se deposita en grandes depósitos en la azotea de los edificios. Un camión tanque viene de vez en cuando, suben un tubo hasta la azotea y meten agua en los depósitos vacíos. El pobre chaval que cogía el tubo desde la azotea tiene un trabajo que no desearía ni a mi peor enemigo, ni arneses ni barandillas ni nada, un resbalón y chao mundo. Ni que decir tengo que este agua no es potable.

De vez en cuando, entre camión y camión, te quedas sin agua. Todo esto, en el pais de Oriente Medio donde más llueve, pero que es incapaz de abastecer a su población, por culpa de un sistema deficiente de suministro. No hay casi embalses para la lluvia del invierno, ni para almacenar agua de los numerosos ríos, y casi todo se va al mar. Alguna otra la roba Israel, que ocupó durante años el sur del Líbano en parte para acceder al rio Litani y aún hoy hace de las suyas.

Y ahora anuncian un superplan de presas y más presas. Youssef me dice que son unos incompetentes, además de corruptos. Sabe de lo que habla, era asesor del ministerio, y se fue porque le pagaban una miseria. Ahora sólo hace proyectos,  luego los presenta públicamente, y presiona al gobierno en los medios para que los estudien y aprueben. Tenían buena pinta, pero aquí todo va muy lento, y además la corrupción es el deporte nacional número uno.

 El pobre Youssef se creía que yo era alguien importante en la embajada,  y me hablaba de viajar al sur él, el embajador y yo para ver las preciosas montañas donde se haría una de las presas, una excursión muy idílica. Tuve que bajarlo de la nube diciéndole que soy simplemente un becario que recopila info sobre presas en el Líbano. No, Youssef, no voy a ayudarte a sacar estos proyectos adelante, ni el embajador va a ocuparse de que hagan presas cerca de donde están situadas las tropas españolas en el Líbano. De hecho, al embajador seguramente no le importan mucho las presas en el Líbano, sino mas bien saber si después del 20-N va a tener que decir adiós a su magnífico puesto.

‘López –me decía- son todos unos corruptos. De cada financiación que viene de organismos internacionales se hacen unos chanchullos brutales, como regla. En Israel por ejemplo también hay corrupción, pero allí cuando te cogen te meten en la cárcel. Aquí no’. Y después me mostraba su faceta lúdico-festiva: ‘Ellos se dedican a coger dinero donde pueden, ¿para qué?, si todos vamos a morir, ¡disfrutemos la vida, la vida es maravillosa!’ Todo esto con cara de exaltado. Me parece muy bien, pero yo lo quería era dormir, una cama era lo único que me parecía maravilloso.  No había pegado ojo la noche anterior por los malditos mosquitos y eran las 5pm, ya de noche en esta época del año. Quería siesta. Y encima Youssef no me daba lo que quería, sólo me hablaba de lo bonita que es la vida. No quiero parecer un cínico, pero no veía que Youssef pudiese cambiar gran cosa. Claro que la vida es maravillosa, pero el dinero tira mucho a alguna gente, qué le vamos a hacer. Y además que esto no es España, aquí la gente tiene que ahorrar para no verse en la miseria cuando lo echen del curro o lo jubilen, así que el dinero tira bastante. Los occidentales que vienen por aquí y despotrican de la fijación de los libaneses por el dinero deberían pensar en esto, aquí no hay Estado de bienestar señores, cada cual se arregla como puede.

Ojo, nada malo tengo que decir de Youssef. Bajito, con el pelo largo encanado, me mostró desde el principio la ya largamente comprobada hospitalidad árabe, además del profundo desprecio hacia su gobierno y un entrañable amor por su país (y por la vida en general también). Además quedó en enviarme una lista traducida al inglés de los proyectos de presas, con lo cual le quedé muy agradecido.

Otro día os hablaré de los problemas con la electricidad, ahora me voy a tomar una ducha de broma, porque el agua se ha ido otra vez. Sería un final cojonudo del post, pero es que además es cierto. Ay.






lunes, 7 de noviembre de 2011

Tarek







Tarek es un palestino que conocí ayer en Saida, una pequeña ciudad costera a unos 40 km al sur de Beirut. Los palestinos en el Líbano no son ciudadanos, y no pueden acceder a trabajos en el sector público. Hace bien poco no tenían ni derecho a trabajar. Son personas que no pertenecen a ningún Estado, y para viajar cuentan con una especie de visado de viaje que les proporciona el gobierno. Éste es uno de los aspectos que muestran la enorme complejidad del estado libanés, y más cuando Tarek cuenta cuales son, bajo su punto de vista, las razones por las cuales no es ciudadano.

Pero antes de explicarlas hay que entender los puntos básicos de este Estado.
''La religión  mayoritaria es el Islam, siendo alrededor del 54% de los libaneses musulmanes (en torno a un 26% chiítas, un 27% sunitas, y un 1% alawitas). Un 40% son cristianos, principalmente maronitas, con importantes comunidades ortodoxas,católico orientales, ortodoxos armenios, católicos armenios,asirios, católicos caldeos y protestantes. Por último, un 6% son drusos.'' ( The CIA World Factbook)

Las tres más importantes, chiítas, sunitas y maronitas se sustentan en un equilibrio frágil, tan frágil que desde hace años no se censa a la población por miedo a que el aumento de una de estas religiones haga tambalearse las cuotas en los organismos públicos. Los escaños en el Parlamento, los militares en el ejército, todo se reparte mediante cuotas a cada religión, y si se comporueba el aumento de los integrantes de una de ellas, el castillo de naipes quizá se derrumbe.

Dicho esto, los palestinos son sunitas. Si el gobierno los acepta como libaneses se alteraría el equilibrio. El falso equilibrio.
Otra razón, que suena a simple excusa, es que si se les da la ciudadanía sería una victoria para Israel, pues significaría la renuncia a adquirir su verdadera nacionalidad, y volver a su verdadero país, la tierra de sus ancestros, Palestina. La historia libanesa del último siglo está irremisiblemente mezclada con la palestina,  desde que cientos de miles de refugiados entraron en el Líbano tras la ocupación israelí de su tierra, y desde entonces han sido protagonistas, con una importancia clave en la larga guerra civil.

Prejuicios quizás, pero si a mi cuentan lo que yo os estoy contando, me imaginaría a Tarek como un pobre hombre sin oficio ni beneficio, buscando el más mísero trabajo para seguir adelante. Pero resulta que Tarek es un hombre fornido, con una barba perfectamente recortada, que viste elegantemente y anda con paso firme. Además,  estudió Medicina, se especializó en cirugía y estudió a la vez un MBA en Gestión Empresarial. En pocas palabras, es un puto crack. Un puto crack que lleva tres meses esperando un visado para poder volver a Londres, donde trabaja. Cuando le pregunto si le gusta Londres, me dice que no le importa verdaderamente donde ha de vivir, sino sólo tener trabajo. Que si le ofreciesen trabajo en Brasil, allí se iría. Tragué saliva y me vino ese sentimiento de culpa de europeo, de persona que lo tiene casi todo y se da el lujo de preguntarse donde puede disfrutar más de la vida. Él sólo quiere que le dejen vivir tranquilo en algún lugar del mundo, donde le den los derechos que todo ciudadano debe tener. Y viéndolo uno no puede dejar de percibir un deje de melancolía, de resignación, de alguien al que han apartado de su tierra y del camino que le estaba marcado.
Al principio me pareció antipático. Después comprendí mi error: era simplemente un hombre triste. Y la tristeza existe en todos los lugares del mundo, pero ésta, la tristeza del desarraigo, yo aún no la conocía.

La política aquí es como un juego entretenido y macabro donde siempre pierde el ciudadano. Los gobiernos duran dos telediarios, la gente sigue a sus líderes religiosos, las heridas de la guerra aún no están del todo cerradas, la luz se va como mínimo tres horas al día, hay problemas de agua por la falta de embalses. Et cetera.

El Líbano tiene más o menos el tamaño de Asturias, siendo uno de los países más pequeños del mundo. Un crisol de culturas que es utilizado por sus vecinos Siria, Israel, Irán e incluso Estados Unidos para experimentar, para solventar guerras o para lo que haga falta.

Pero es un país maravilloso. Todo lo que diga sobre él ponedlo mentalmente entre paréntesis, porque sólo llevo un mes aquí y no sé nada. Menos lo de que es un país maravilloso, eso podéis ponerlo entre exclamaciones.