sábado, 19 de noviembre de 2011

Michael








No he hablado nunca con Michael, vaya esto por delante. Bueno sí, cruzamos un par de frases antes de que contase su batalla de cómo conquistar el mundo. De hecho, esta costumbre de hacer protagonista de cada entrada a una persona puede que no dure mucho, porque si uno no encuentra un personaje con una historia interesante, con la cual pueda enlazar y escribir sobre otras cosas, se queda a la espera. Podría también escribir sobre amigos, pero eso sería más complicado, porque podrían leerlo y no podría escribir con tranquilidad, como cuando sé que muy probablemente la persona de la entrada no lo va a leer. No es que la vaya a poner a caldo, pero me gusta la libertad de verlo separado del blog.

Mi jefe quería que fuese el otro día a un congreso de ‘entrepreneurs’, creyendo que era de empresarios. Entrepreneur se traduce al español como empresario, correcto, pero se suele entender como emprendedor. Y resulta que la palabra ‘emprendedor’, que tanto se usa últimamente, es un adjetivo, no un nombre, con lo cual se está utilizando erróneamente, y mi jefe creyó que estas charlas eran para empresarios libaneses. Bueno, pues no. Era para personas emprendedoras, que tengan intención de crear negocios. Y a estas personas se les suelen dar ese tipo de charlas tan americanas, tan vacías.

Así que ya me imagináis a mi escuchando charlas tipo ‘El liderazgo es un viaje’ o ‘El núcleo de la emprendeduría’. Si alguien tiene un sinónimo mejor para entrepreneurship que lo diga, emprendeduría suena horrible pero muestra el problema que hay con esta palabra. Mi jefe dice que Javier Marías tendría que tomar cartas en el asunto y escribir un artículo explicando el mal uso que estamos haciendo y tal.

En la del núcleo un tipo libanés bastante simpático se puso a hablar de la diferencia entre los valores y los principios, todo ello aplicado a las decisiones que tomamos en la vida. Total, que hay que tomar decisiones basadas en nuestros principios, y que tenemos que hacernos responsable tanto de nuestros aciertos como de nuestros errores. Ah, y que la vida es justa porque los mismos principios se aplican a todo el mundo en todos los sitios. Ya, Roland, pero no es lo mismo nacer en Boston que en Burkina Faso, aunque las manzanas caigan todas hacia abajo en los dos sitios.

Roland dijo alguna cosa interesante, como que las decisiones que tomamos producen resultados. Y eso es la vida, tomar decisiones, ver resultados. Según Roland, no  tomar una decisión también lleva a un resultado. En ese momento yo me sentía como si estuviese asistiendo a una charla de filosofía barata con Paulo Coelho, y me fuese a contar que la vida es un camino con manzanas, unas exquisitas y otras podridas, y que tenemos  que probar todas para descubrir el verdadero sabor de la manzana. O que el monje le dio de comer a su discípulo y éste le dijo que hoy no tenía hambre porque la belleza del mundo le había eclipsado. En fin, que Coelho me da mucha grima.

De la siguiente charla poco hay que decir, ni el nombre tengo apuntado de lo poco que duré. La daba una pareja, que nos pidió amablemente que nos levantásemos y nos situásemos en corro enfrente de ellos. Cómo ampliar tu Network, creo se llamaba el invento. Yo ya me olía que no me iba a gustar el tema, así que me sitúe más fuera que dentro, a la expectativa. Repartieron unos papeles donde había que poner el nombre y decir que hacías allí. Me fui desplazando un poco más hacía zona segura. Empezaron a  agrupar a gente según el mes de nacimiento, y entonces ya saqué el móvil, toqué un par de botones, puse cara como de sorprendido y me fui lenta y lamentablemente hacia la salida. Estas actuaciones, yo siempre creo que las hago bien, pero quién sabe, supongo que se nota y  parezco un poco gilipollas. Pero prefiero parecer gilipollas que ponerme a conocer a gente obligado. Si a mí me encanta conocer gente, pero naturalmente, no en una charla de mierda.  ¿Con qué cara le digo a mi hijo que conocí a su madre en una charla de mierda, y todo porque nacimos en el mismo mes? Jamás.

Me fui afuera a fumar un pitillo, pero resulta que no tenía. Había por allí un señor que fumaba, tal cual como el de la foto de arriba, y decidí pedirle uno. Le dije que me había quedado sin ellos, lo cual era totalmente cierto. No hay problema- me dijo- toma dos. Y diez minutos más tarde me enteré de que era Michael el que iba a dar la charla sobre liderazgo, así que cuando empezó a hablar yo ya pensaba bastante bien de él.

Fue entonces cuando Michael nos instó a cambiarnos de sitio con la otra parte de la audiencia, ya que el área de sillas estaba partida a la mitad por un pasillo. Además,  en los treinta segundos que durara el cambio, teníamos que conocer a tres personas.
Decidí que mi papel del día era hacer bien el gilipollas y me fui discretamente de allí. No pude evitar sacar el móvil, creo que es un acto reflejo cuando uno quiere evaporarse sin llamar la atención. Volví por allí unos minutos después y Michael contaba la cantidad de empresas que había montado, que muchas habían salido mal debido a su poca preparación, pero que había que ser perseverante. Por cierto, Michael es yankie. Después de la charla algunos se le acercaban como buscando un consejo mágico, y él hablaba de la confianza en un mismo, en su proyecto, en los sueños realizables. Toda esa bazofia del sueño americano.

Yo empecé a experimentar en mis carnes toda esa entusiasta práctica americana de los negocios hace algo más de un año en Dublín, cuando trabajaba en una empresa que intentaba engañar a pobres irlandeses para que comprasen televisión digital. La reunión por la mañana empezaba con todos en corro, el jefe en medio diciendo las cifras de venta del día anterior, de los mejores vendedores. Y había que aplaudir, había que gritar, había que estar entusiasmado. El jefe nos instaba a comernos entre nosotros recreándose con la historia de cómo se comió a su jefe, cómo ascendió por encima de él. Teníamos que ascender, ganar más dinero, podíamos entonces tener nuestra propia empresa. Más dinero. Trabajad más, salid a la calle, llamad a las puertas para vender vuestro magnifico producto. Dinero. Pero siempre de buen rollo, eso sí.

Había incluso conferencias donde los vendedores contaban sus secretos para vender. El objetivo era siempre entrar dentro de la casa, tener la charla de colegueo diez minutos y después ir al grano. Uno de los vendedores, Bryan, se dispuso a saborear su momento: ‘Cuando yo salgo de la casa donde he vendido, los compradores no se quedan con la impresión de haber comprado Sky TV, no señores. Me han comprado a mí, han comprado a Bryan, por eso están felices’. El coliseo de vendedores se vino abajo. Bryan era bastante gilipollas, pero un buen vendedor sin duda.

 El mejor truco lo tenía un vendedor de otra oficina de Irlanda. El caso es que Jimmy (o Tom, o Lucas)  daba su discurso: tal y tal, que te como el tarro, que mierda de televisión tienes, tus vecinos ya nos han comprado, bla bla, hoy es el día, la oferta es HOY... Si es que hasta nos daban clases pseudo psicológicas de cómo atraer al cliente...
Pues entonces, cuando llegaba el momento crítico, el de la verdad (¡entrar!) Jimmy se sacaba su as de la manga. Lo que a mí me habían enseñado es que había que decir algo así como ‘no hay problema, tengo unos minutos libres, paso y le explico todo en profundidad’, con un detalle importante: al hablar de pasar dentro, no mirar a los ojos al potencial cliente. No le mires, mira al suelo. Creo que es porque si les miras a los ojos pueden pensar que eres un psicópata y les vas a quitar los ojos si te dejan pasar.
Bueno, pues lo que Tom hacía era esto: le soltaba la misma parrafada, y luego, sin dar tiempo a reaccionar, sin dar tiempo a la negativa, ponía un pie dentro apuntando al felpudo y decía: ‘¿me quito los zapatos?’. Igual a vosotros no os dice mucho, pero cuando se tiene tantas veces el objetivo de entrar en la casa, el truco de Lucas hace que se te caigan las lágrimas. No es que funcionase siempre, pero era bastante infalible.

Voy a ir parando porque esto se me está yendo un poco de las manos. En realidad estoy escribiendo esto porque debería estar arreglando mi trabajo de fin de master, del cual tendré que hacer una presentación por videoconferencia en menos de un mes. Y como me apetece menos que flagelarme mientras me echo limón en los ojos, aquí estoy. Lo que quería decir con todo esto es que el Líbano, que está en permanente tensión entre la facción árabe y la occidental, sucumbe en algunos casos a la peor influencia americana. Nosotros, los europeos, ya estamos jodidos por esa cultura yankie  (aunque aún no hayan llegado a llenar de entusiasmo y buen rollo el mundo de las empresas), pero hay que intentar salvar al resto del mundo.

  Algunos libaneses se sienten más occidentales que de Oriente Medio, se comportan como tal y procuran por ejemplo hablar inglés en vez de árabe. Así de mal va el mundo.
Me voy ya, pero no sin decir algo. Cuando un pobre chaval desnutrido llame a vuestra puerta, con un mísero traje negro, con una sonrisa falsa, muy falsa, con la intención de venderos algo, sed amables. Ya no os digo que le compréis la mierda que os venga a vender, pero sed amables. El gremio de ex-vendedores ambulantes os lo agradecerá.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Youssef






Si en el 2000 el gobierno libanés tenía previsto hacer 10 presas, y en el 2011 sólo hay una hecha, como vamos a tomar en serio que tengan un superplan para hacer 54 en 20 años?

Lo sé, os interesan un colín las presas en el Líbano. A mi hasta hace poco también, pero  ahora mismo es lo principal de mi trabajo, porque tengo que hacer un informe sobre la situación de éstas en el país, con vistas a la posible introducción de empresas españolas para su construcción. Así es que el otro día me dirigí a la Libanese University, una de las muchas universidades de Beirut,  para hablar con Youssef,  un profesor de ingeniería, especialista en presas (en la foto en uno de sus proyectos, el de camisa negra). Contacté con él por email, después de ver un trabajo suyo sobre un proyecto de presas en el río Al Zahrany, en el norte del Líbano.

El problema del agua en el Líbano no es algo que yo vea como etéreo, como un problema externo que sólo me incumbe en mis horas de trabajo. Me afecta en el día a día: en el mes de octubre estuve casi dos semanas sin agua en casa (por un problema largo de explicar que empezó con un grifo pasado de rosca echando agua a todo trapo), y aún ahora de vez  en cuando se va.
El otro día pude ver de qué va todo esto en el techo del edificio donde vivo. En la mayoría de casas, el agua se deposita en grandes depósitos en la azotea de los edificios. Un camión tanque viene de vez en cuando, suben un tubo hasta la azotea y meten agua en los depósitos vacíos. El pobre chaval que cogía el tubo desde la azotea tiene un trabajo que no desearía ni a mi peor enemigo, ni arneses ni barandillas ni nada, un resbalón y chao mundo. Ni que decir tengo que este agua no es potable.

De vez en cuando, entre camión y camión, te quedas sin agua. Todo esto, en el pais de Oriente Medio donde más llueve, pero que es incapaz de abastecer a su población, por culpa de un sistema deficiente de suministro. No hay casi embalses para la lluvia del invierno, ni para almacenar agua de los numerosos ríos, y casi todo se va al mar. Alguna otra la roba Israel, que ocupó durante años el sur del Líbano en parte para acceder al rio Litani y aún hoy hace de las suyas.

Y ahora anuncian un superplan de presas y más presas. Youssef me dice que son unos incompetentes, además de corruptos. Sabe de lo que habla, era asesor del ministerio, y se fue porque le pagaban una miseria. Ahora sólo hace proyectos,  luego los presenta públicamente, y presiona al gobierno en los medios para que los estudien y aprueben. Tenían buena pinta, pero aquí todo va muy lento, y además la corrupción es el deporte nacional número uno.

 El pobre Youssef se creía que yo era alguien importante en la embajada,  y me hablaba de viajar al sur él, el embajador y yo para ver las preciosas montañas donde se haría una de las presas, una excursión muy idílica. Tuve que bajarlo de la nube diciéndole que soy simplemente un becario que recopila info sobre presas en el Líbano. No, Youssef, no voy a ayudarte a sacar estos proyectos adelante, ni el embajador va a ocuparse de que hagan presas cerca de donde están situadas las tropas españolas en el Líbano. De hecho, al embajador seguramente no le importan mucho las presas en el Líbano, sino mas bien saber si después del 20-N va a tener que decir adiós a su magnífico puesto.

‘López –me decía- son todos unos corruptos. De cada financiación que viene de organismos internacionales se hacen unos chanchullos brutales, como regla. En Israel por ejemplo también hay corrupción, pero allí cuando te cogen te meten en la cárcel. Aquí no’. Y después me mostraba su faceta lúdico-festiva: ‘Ellos se dedican a coger dinero donde pueden, ¿para qué?, si todos vamos a morir, ¡disfrutemos la vida, la vida es maravillosa!’ Todo esto con cara de exaltado. Me parece muy bien, pero yo lo quería era dormir, una cama era lo único que me parecía maravilloso.  No había pegado ojo la noche anterior por los malditos mosquitos y eran las 5pm, ya de noche en esta época del año. Quería siesta. Y encima Youssef no me daba lo que quería, sólo me hablaba de lo bonita que es la vida. No quiero parecer un cínico, pero no veía que Youssef pudiese cambiar gran cosa. Claro que la vida es maravillosa, pero el dinero tira mucho a alguna gente, qué le vamos a hacer. Y además que esto no es España, aquí la gente tiene que ahorrar para no verse en la miseria cuando lo echen del curro o lo jubilen, así que el dinero tira bastante. Los occidentales que vienen por aquí y despotrican de la fijación de los libaneses por el dinero deberían pensar en esto, aquí no hay Estado de bienestar señores, cada cual se arregla como puede.

Ojo, nada malo tengo que decir de Youssef. Bajito, con el pelo largo encanado, me mostró desde el principio la ya largamente comprobada hospitalidad árabe, además del profundo desprecio hacia su gobierno y un entrañable amor por su país (y por la vida en general también). Además quedó en enviarme una lista traducida al inglés de los proyectos de presas, con lo cual le quedé muy agradecido.

Otro día os hablaré de los problemas con la electricidad, ahora me voy a tomar una ducha de broma, porque el agua se ha ido otra vez. Sería un final cojonudo del post, pero es que además es cierto. Ay.






lunes, 7 de noviembre de 2011

Tarek







Tarek es un palestino que conocí ayer en Saida, una pequeña ciudad costera a unos 40 km al sur de Beirut. Los palestinos en el Líbano no son ciudadanos, y no pueden acceder a trabajos en el sector público. Hace bien poco no tenían ni derecho a trabajar. Son personas que no pertenecen a ningún Estado, y para viajar cuentan con una especie de visado de viaje que les proporciona el gobierno. Éste es uno de los aspectos que muestran la enorme complejidad del estado libanés, y más cuando Tarek cuenta cuales son, bajo su punto de vista, las razones por las cuales no es ciudadano.

Pero antes de explicarlas hay que entender los puntos básicos de este Estado.
''La religión  mayoritaria es el Islam, siendo alrededor del 54% de los libaneses musulmanes (en torno a un 26% chiítas, un 27% sunitas, y un 1% alawitas). Un 40% son cristianos, principalmente maronitas, con importantes comunidades ortodoxas,católico orientales, ortodoxos armenios, católicos armenios,asirios, católicos caldeos y protestantes. Por último, un 6% son drusos.'' ( The CIA World Factbook)

Las tres más importantes, chiítas, sunitas y maronitas se sustentan en un equilibrio frágil, tan frágil que desde hace años no se censa a la población por miedo a que el aumento de una de estas religiones haga tambalearse las cuotas en los organismos públicos. Los escaños en el Parlamento, los militares en el ejército, todo se reparte mediante cuotas a cada religión, y si se comporueba el aumento de los integrantes de una de ellas, el castillo de naipes quizá se derrumbe.

Dicho esto, los palestinos son sunitas. Si el gobierno los acepta como libaneses se alteraría el equilibrio. El falso equilibrio.
Otra razón, que suena a simple excusa, es que si se les da la ciudadanía sería una victoria para Israel, pues significaría la renuncia a adquirir su verdadera nacionalidad, y volver a su verdadero país, la tierra de sus ancestros, Palestina. La historia libanesa del último siglo está irremisiblemente mezclada con la palestina,  desde que cientos de miles de refugiados entraron en el Líbano tras la ocupación israelí de su tierra, y desde entonces han sido protagonistas, con una importancia clave en la larga guerra civil.

Prejuicios quizás, pero si a mi cuentan lo que yo os estoy contando, me imaginaría a Tarek como un pobre hombre sin oficio ni beneficio, buscando el más mísero trabajo para seguir adelante. Pero resulta que Tarek es un hombre fornido, con una barba perfectamente recortada, que viste elegantemente y anda con paso firme. Además,  estudió Medicina, se especializó en cirugía y estudió a la vez un MBA en Gestión Empresarial. En pocas palabras, es un puto crack. Un puto crack que lleva tres meses esperando un visado para poder volver a Londres, donde trabaja. Cuando le pregunto si le gusta Londres, me dice que no le importa verdaderamente donde ha de vivir, sino sólo tener trabajo. Que si le ofreciesen trabajo en Brasil, allí se iría. Tragué saliva y me vino ese sentimiento de culpa de europeo, de persona que lo tiene casi todo y se da el lujo de preguntarse donde puede disfrutar más de la vida. Él sólo quiere que le dejen vivir tranquilo en algún lugar del mundo, donde le den los derechos que todo ciudadano debe tener. Y viéndolo uno no puede dejar de percibir un deje de melancolía, de resignación, de alguien al que han apartado de su tierra y del camino que le estaba marcado.
Al principio me pareció antipático. Después comprendí mi error: era simplemente un hombre triste. Y la tristeza existe en todos los lugares del mundo, pero ésta, la tristeza del desarraigo, yo aún no la conocía.

La política aquí es como un juego entretenido y macabro donde siempre pierde el ciudadano. Los gobiernos duran dos telediarios, la gente sigue a sus líderes religiosos, las heridas de la guerra aún no están del todo cerradas, la luz se va como mínimo tres horas al día, hay problemas de agua por la falta de embalses. Et cetera.

El Líbano tiene más o menos el tamaño de Asturias, siendo uno de los países más pequeños del mundo. Un crisol de culturas que es utilizado por sus vecinos Siria, Israel, Irán e incluso Estados Unidos para experimentar, para solventar guerras o para lo que haga falta.

Pero es un país maravilloso. Todo lo que diga sobre él ponedlo mentalmente entre paréntesis, porque sólo llevo un mes aquí y no sé nada. Menos lo de que es un país maravilloso, eso podéis ponerlo entre exclamaciones.