jueves, 22 de diciembre de 2011

Ereván



                                                    Foto: Xabier Arregui



El otro día me puse a buscar en Internet vuelos para Erevan, la capital de Armenia. Creí que podría encontrarlos por un precio razonable, ya que en el Líbano hay una comunidad armenia muy numerosa,  que sobre todo comenzó a llegar durante  la I GM, a consecuencia del genocidio sufrido por parte de las tropas turcas. En Beirut hay muchas zonas, e incluso un barrio entero, Bourj-Hammoud, con población armenia. Así que no es raro ir por la calle y toparse con unas extrañas letras, tales como  խ  ճ  ֆ  , y multitud de iglesias, siendo por cierto Armenia el primer país del mundo en adoptar el cristianismo como religión oficial.

Siempre me ha llamado visitar Armenia, desde que empecé a escuchar historias de un pueblo maltratado pero vitalista, enclavado en el medio de Europa y Asia y entre dos mares, el Negro y el Caspio, y desde que ví como Lucio Cornelio Sila viajó hasta allí con sus tropas romanas a poner orden. Luego también sobre la armonía y gran adaptación que muestran en los países a los que emigran. Hace unos días alguien me lo ponía como buen ejemplo de inmigrantes en el Líbano, dando sin embargo a los palestinos como ejemplo negativo. Me contaba que no entendía como los palestinos habían tenido que armarse y luchar contra los judíos en todos los países adyacentes a su patria ocupada, además de no preocuparse por la integración. La situación sin embargo no es la misma, porque probablemente ningún caso es comparable a la ocupación ilegal de Palestina.

 El caso es que esperaba ver algún vuelo directo Beirut- Ereván,  y cual fue mi sorpresa cuando ví que no sólo no podría ir directamente desde mi ciudad, sino que iba a tener que hacer un viaje por el desierto por culpa de los conflictos que asolan esta tierra. Lo del viaje por el desierto no es literal pero casi, y esto básicamente es un Pepe no se habla con Manuel, así que no puedes ser amigo de los dos, y olvídate de coger un avión que vaya de Pepe a Manuel ni hoy, ni mañana ni probablemente nunca. Antes tendrás que aterrizar en, digamos, Jesús, que por ahora se entiende con los dos. Sólo que en vez de caer mal estamos hablando de muerte, exilio y destrucción.

No hay vuelo directo, bien. El único vuelo directo en la zona lo tiene Tel Aviv, en Israel y que está a tan sólo 215 km de Beirut. Sin embargo el buscador de vuelos me ofrece dos opciones: puedo ir a Tel Aviv desde Estambul, a unos 1000 km, o desde Amman, bastante más cerca. No hay vuelos desde el Líbano a Israel porque técnicamente los dos países aún están en guerra, y la frontera está cerrada.
 Podría quizás ir a Estambul, y en vez de volver estúpidamente hacia Tel Aviv, ir a Ereván desde allí. Pero tampoco puedo porque las relaciones turco-armenias, aunque tienen visos de mejorar, son bastante frías a causa de problemas con Azerbayán, y también por el no reconocimiento del genocidio que el gobierno turco se resiste a aceptar, con la excusa de que estas matanzas sucedieron en el contexto de la I Guerra Mundial, y el objetivo nunca fue el exterminio sistemático del pueblo armenio. Fuese o no el objetivo, el caso es que se calcula que mataron a entre un millón y medio y dos millones de personas, lo cual no suena muy improvisado.

Me han contado de los turcos que son un pueblo tremendamente hospitalario. Héctor, que en nada dejará de ser becario de la oficina de Ankara, tenía un historia que lo muestra. Cogió un bus en esta ciudad, pero se confundió y acabó en un barrio totalmente desconocido. Tras comunicárselo al chófer, éste hizo algo impensable en ciudades europeas. ¿Os imagináis a un chofer alemán cambiando la ruta para ayudar a un extranjero? Pues esto es lo que hizo el turco, se desvió de su  trayectoria normal para llevar a Héctor a una parada de taxis.
Conste que esto lo cuento para poder criticar después a los turcos, una de cal y otra de arena. Porque los turcos son muy patrióticos, demasiado diría yo. No les gusta que hables mal de su país, y esto resulta difícil de entender para, por ejemplo, los españoles, que ya hablan mal ellos directamente de su país, no hay ni que esperar a que lo haga un extranjero. Xabi, actual becario de la oficina de Ankara, me contó que cuando iban andando a la oficina uno de los primeros días, de repente las campanas empezaron a repicar, la gente por la calle se paraba en seco y se mantenía inmóvil, los coches en la carretera detenían su marcha, la gente bajaba de éstos y esperaba, con estampa triste, un ambiente de luto. Todo ello materia de película, todo incomprendido normalmente por parte de un no turco.
Pues bien, lo que sucedía era que Ataturk, el padre de los turcos, el fundador de la república turca, había muerto a esa hora exacta (las 8:55 creo que era), ese mismo día hace 73 años. Y cada año, a esa misma hora ese mismo día, el país se paraliza y por unos minutos se hace el silencio. Da un poco de miedo, como si endiosaran al pobre hombre. Quien sabe, igual cuando murió Ataturk hubo también imágenes surrealistas como las que vimos el otro día por la muerte del dictador norcoreano, con gente destrozada por el dolor con un cerebro de serie.

En realidad yo quería hablar del Líbano y de cómo cada religión intenta mostrarse con ferocidad e intensidad, como un perro meando alrededor de su territorio, para avisar a las otras de que está aún aquí y no piensa irse, aunque en el país de al lado haya muchos más de su religión o algunos de su camada se marchen al exilio. Esto lo que hace es dar una riqueza palpable al país, mezcla de culturas, artes y formas de ver o creer la historia,  leyendas, símbolos, ideas. Prohibiciones, aunque no estoy seguro de que éstas sean riqueza, sobre todo cuando se pretenden imponer los dictados de un libro sagrado, como si un ente etéreo, y además por lo visto tremendamente machista, pudiera decidir cuales son nuestros valores y derechos, los de los hombres. Digo yo que nadie mejor que nosotros para saberlos, y para aceptar como sentido común que, por ejemplo, una mujer no pueda ser violada y golpeada como parte de sus deberes maritales.

Pero esta mezcla de creencias, cuando uno no es tan civilizado como los suizos, y no nos engañemos, nadie es tan civilizado como los suizos (de hecho lo son tanto que da grima), suele traer problemas. Comparo con los suizos porque en realidad no hay tanta diferencia con el Líbano, también éstos tenían una sociedad con varias comunidades religiosas, varios idiomas incluso, y consiguieron construir las bases para vivir en armonía.

Si Ataturk estuviese hoy en Líbano no duraría ni dos minutos. Si seguro que para el fue complicado convencer a los turcos de que el país debía ser laico y no de confesión musulmana, en un país que tiene una gran mayoría de sunitas, imaginaos aquí, que hay 18 confesiones religiosas, y tres de ellas con representación numerosa. Seguro que si fuese libanés se daría pronto por vencido y lucharía por tener agua y electricidad con regularidad en su casa, que ya es bastante tal como están las cosas.
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El Ararat es el símbolo nacional armenio, una montaña majestuosa que se dibuja sobre el cielo de Ereván y de casi toda Armenia, desde donde es visible. Y he aquí que el símbolo de un país, el protagonista de historias míticas, el lugar a donde fue a parar el arca de Noé después del diluvio universal, es territorio turco desde 1923. Eso debe de doler a los armenios. Tener la montaña ahí, visible desde todo el país, quererla (lo mucho que se pueda querer una montaña), y que pertenezca al mismo Estado que no hace tanto les hizo pasar el peor capítulo de su historia.
  No muy lejos, en el Líbano, el Bosque de los Cedros es el símbolo del país, apareciendo este árbol en la bandera nacional. Se encuentra en zona cristiana maronita, en el norte del Líbano,  en unas preciosas y escarpadas montañas a tiro de piedra del mar, y no cuenta con más de 50 árboles. Por toda esta zona la forma de mear alrededor es poner capillas, crucifijos e iglesias por todos los sitios, para dejar claro que esta es zona cristiana. En el pueblo de Bcharri, donde dormimos no hace mucho Héctor, Xabi, Jaime y yo, la iglesia es casi más grande que el pueblo. Y en el Bosque de los Cedros, al lado, hay dos árboles esculpidos con figuras de Jesús en la cruz. El pobre hombre encaramado en lo alto de un árbol seco, para vanagloria de los orgullosos habitantes.

Hace poco una amiga libanesa, Ghinwa, me contaba que ella trabajó durante un tiempo con cristianos de Bsharri. Bien, resulta que algunos de ellos creen que sólo ellos, los cristianos de Bsharri, irán al cielo, si cumplen los sacramentos y se portan como buenos cristianos. No es broma. Creen en un cielo bsharriense, si queréis. De forma que cuando muera, si llego al cielo y un San Pedro árabe me pregunta de dónde soy y que fe profeso, puede que me salve si le digo que soy maronita y le cuento que conozco alguna cosilla del pueblo, que la farmacéutica es mi prima o algo así. Vosotros, la mayoría que leéis esto, lo tenéis más jodido. Con ánimo altruista os diré que está al lado del valle de Kadisha y que está a 1450 metros de altura, por si os preguntan.

En otros sitios se bañan en sangre y gritan, como ya habréis visto que pasa en el Ashura. Sin embargo no debéis llevaros por una impresión errónea: es un acto aislado y la mayoría de chiítas critican esta práctica y la consideran incluso herejía, aunque hay que reconocer que como reclamo publicitario es inmejorable. Pero da mala imagen. Me doy cuenta de que muchos tendrán recuerdos de gente ensangrentada cuando piensen en el Líbano, y es algo que me gustaría evitar en lo posible. Intentad pensar en guapas libanesas los que hayáis visto algunas, o en vistas al mar desde montañas nevadas. Si os decantáis por pensamientos de guerra y violencia, recordad que esto es la cuna de los fenicios, precursores del alfabeto latino y los mejores comerciantes, y que aquí a día de hoy conviven varias comunidades religiosas en paz, lo cual, salvo en Suiza, es muy difícil.

Por cierto, el billete de avión Beirut-Estambul-Ereván cuesta 2.500 dólares. Sintiéndolo mucho, es una viaje que va a tener que esperar, salvo que decida ir como Sila en caballo, aunque esta vez sin tropas romanas para ayudarme. E’ un mondo difficile.


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