miércoles, 1 de febrero de 2012

Mara





Aquí se escuchan historias muy raras para los oídos occidentales, historias que se vuelven aún más raras cuando hay mujeres de por medio. Porque cualquier europeo ha escuchado hablar del machismo en las sociedades árabes, pero hasta que uno está aquí y lo comprueba de primera mano no se da cuenta de hasta que punto puede llegar la vejez y el óxido que desprenden sociedades controladas por hombres, viejos de pensamiento, que no pertenecen a la época donde deberíamos vivir. Es difícil ser mujer en Oriente medio, y es difícil sobreponerse a los hombres que insisten en usar el Corán como subterfugio para poder emplear sus más bajos instintos.

Ayer me hablaban de fatwas ridículos, de los cuales los más insólitos eran los referidos a mujeres. Los fatwas son pronunciamientos legales emitidos por especialistas en ley religiosa islámica. Quizás el fatwa más famoso fue el pronunciado por el ayatolá Jomeiní a finales de los 80 contra Salman Rushdie, donde lo acusaba de blasfemo contra el Islam por su libro ‘Los versos satánicos’, e instaba a cualquier buen fiel a ejecutarlo, incluso ofreciendo una recompensa de tres millones de dólares, como si viviesemos en el viejo oeste. Rushdie sigue vivo, pero seguro que no se le ocurre poner los pies en Irán.

Uno de estos fatwas actuales, pronunciado por los salafistas en Egipto, y que se ha hecho bastante famoso últimamente, advierte a la mujer de que debe mantenerse alejada de zanahorias y pepinos. Sí. Ella y un lado y los pepinos en otro.Sé lo que estáis pensando, ¿por qué discriminan a los plátanos, acaso no tienen ellos forma fálica, y están en cualquier buena fantasía? Bien, o son parte importante de la gastronomía egipcia (y con eso no se juega) o al tipo se le olvidó y le daba vergüenza sacar un fatwa sólo para el plátano. Otro de estos fatwas es aquel que prohíbe a la mujer usar emoticonos en chats, porque dice que muestran emociones y eso no es adecuado.

Esto hace gracia, aunque es bastante triste y remite a una discriminación de la mujer para la cual tengo tanto ejemplos que no sé ni por dónde empezar. Asistí hace unas semanas a una charla sobre el maltrato y violación a la mujer en el matrimonio islámico, aquí en el Líbano, donde al final cuatro de ellas contaban su traumática experiencia, y uno no podía más que sentirse transportado al principio de los tiempos, cuando el pensamiento era poco y la fuerza  era mucha, y los hombres por tanto eran los amos de ese pensamiento. Una explicación un poco simplona, pero clara. Hoy en día uno debe sentirse, creo yo, primero apenado, pero luego también avergonzado por comportamientos de este tipo si tiene algún apego a la especie humana y se siente responsable de alguna forma, lo cual es imprescindible para intentar cambiar algo. Creerse un individuo independiente de los demás, aislado, sólo lleva a separarse de ideas burdas y pegajosas, y las justifica. Si ese tipo pega a su mujer, yo de alguna forma tengo que ver algo con ello, aunque vivamos en sociedades y culturas distintas, y es por eso que debe surgir la indignación, porque ese cerdo y yo somos, en esencia, lo mismo.

Una de ellas contaba que su marido llegaba a casa por la noche y se metía en su cama. Ella le explicaba que llevaba todo el día trabajando, cocinando, cuidando de los niños, y que no tenía el cuerpo para juegos. Y él la violaba, la violaba y la pegaba, una y otra vez. Y las otras tenían historias parecidas, donde la violencia y el abuso formaban parte de sus vidas. Estas mujeres iban a la policía, y la respuesta era invariable: no podemos hacer nada. No pueden hacer nada porque el matrimonio islámico permite que el hombre utilice a la mujer como un instrumento, y tiene derecho a maltratarla, siempre que no se le vaya de las manos. Para que nos entendamos, y como bien decía uno de los invitados a la charla que predecía a las confesiones, lo que debería hacer el gobierno en aras de la coherencia, sería, o bien abolir estos derechos del hombre en el matrimonio, o bien reconocer la esclavitud en el Líbano. Porque si tu cuerpo me pertenece tú eres mi esclava. La frase ‘ninguna mujer tiene dueño’ chirría para estos violadores con fuerza de ley.

Mi madre, que es muy feminista, y de la cual puedo decir con orgullo que me ha educado en ese sentido, estuvo hace poco aquí y tuvo algunos percances. El día que llegó con mis hermanos, por ejemplo, los fui a recoger al aeropuerto con Alí, un amigo policía que trabaja también en la embajada, y a éste se le ocurrió decir a la ligera, cuando nos llevaba a casa, que tenía dos mujeres. Yo estaba delante con Alí y sentí un silencio espeso en la parte de atrás, como si mi madre estuviese pensando en no decir nada al respecto, preguntarle si le parecía bien, decirle que le parecía mal, insultarlo o directamente degollarlo, para lo cual su posición era perfecta. Por supuesto mi madre, que es muy educada, no dijo ni mu. No habría hecho falta, porque en realidad Alí no tiene dos mujeres, aunque por alguna razón siempre lo expresa de esta manera. Estuvo casado con una, tuvo una hija, se divorció, y ahora tiene otra, que por cierto está embarazada e hizo buenas migas con mi madre, aunque puede que Alí haya tenido que fregar los platos más a menudo en su casa.

No hablaré más de las historias de mi madre en el Líbano porque ella me ha sugerido no aparecer en este blog. Olvidaros también del último párrafo, mi madre es una santa y punto.

El gobierno libanés no aprobará probablemente el proyecto que se le ha presentado para que la ley no permita la violencia en el matrimonio en este país, reduciendo los derechos casi ilimitados de los hombres. Y no lo hará, a pesar de las manifestaciones, a pesar del sentido común, a pesar de la decencia, porque según ellos desestabilizaría la estructura familiar libanesa. La verdad de todo esto es que los tribunales islámicos y su jurisprudencia tienen mucho poder, y no permitirían que algo así sucediese y se derrumbase su interpretación ventajista del Corán.

Luego todo esto se traspasa a la vida diaria, en asuntos más leves. El otro día le pregunté a la señora de mi trabajo si podría venir a limpiar a mi casa, y me dijo que al día siguiente podría venir por la tarde. Pero resulta que, después de hablar con su marido, éste decidió que eso no iba a pasar, no iba a dejar sola a su mujer con un desconocido. El dinero les venía de perlas, estoy seguro, ¿pero su mujer a solas con un europeo libertino? Jamás. Porque algunos árabes, pocos, quizás éste, básicamente los que no han salido de su país, se creen que en Europa no paramos de follar. Sin ton ni son, con ésta con la otra y con la de más allá. Fiesta y a follar, se creen que esa es nuestra vida. Y claro, piensan que con sus mujeres no podemos tener la picha quieta.

Intenté arreglarlo, le conté a la pobre señora, que seguramente pensará que su marido es un poco gilipollas, que mi compañero de piso (¡además libanés, señora!) estaría también en el piso. La señora llamó a su marido, y resulta que al final lo estropeé más. La mente sucia del marido nos vería a los tres fornicando como cerdos, su mujer en el medio mientras limpiaba con la mopa los muebles, dándonos azotes con la escoba. Yo me quedé sin limpieza, pero lo de ella era peor.


Sin embargo, también tiene su parte de razón el marido celoso, pues ayer mismo  escuché una historia truculenta, y que no es aislada, sobre un par de hermanas, que siempre limpiaban en pisos cercanos, pero cada una en uno. Una de ellas, muda por cierto, está ahora embarazada, y la policía está intentando averiguar, con la ayuda de la otra hermana, quién pudo el ser el despojo que abusó de una mujer muda. Ésta, no sé si por el trauma del momento, y además sin saber escribir, no consigue acordarse, o quizás quiere intentar borrarlo de su mente. Así que aquí las mujeres que van a limpiar solas, saben que a veces pasa, a veces corren el riesgo de ser violadas.

También hay historias, como no, sobre la alienación sexual de la mujer, como las de algunas que llegan al matrimonio con el miedo en el cuerpo, que salen aterradas ante la visión del cuerpo desnudo de su marido en la noche de bodas, y que en algunos casos acaban por odiar su cuerpo. Y todo por una total falta de educación sexual, además de represión. Sucede, aunque más en países aún anclados en la edad media como Arabia Saudí.


En mi piso, que ha ascendido a los altares de la limpieza y la organización tras la visita de mi madre (gracias mamá), hay dos habitaciones, una para Karim, mi estupendo compañero de piso, y otra para mí. Después, la cocina, un baño, y un enorme salón con dos piezas: el comedor y la sala de estar, donde hay unos sillones venidos de los confines del siglo pasado (en mi casa se podría hacer el Cuéntame libanés), presididos por un cuadro de Napoleón montando un caballo sobre dos patas con cara de éxtasis, con unas pupilas del mismo tamaño del ojo. El general francés, en cambio, está sobre un caballo encabritado pero tiene cara de aburrido, de dejar la emoción para sucesos más dignos de ser contados. Levanta el brazo pero parece que está posando, el falso.
 Qué queréis, estoy en zona de influencia francesa, barrio cristiano y tal. Todo ello normal para un ojo normal, dentro de los parámetros de ‘este piso es normal’. Normal, vamos. Pero, cuando uno sale de la cocina, se adentra en el pasillo, y recorre la mitad de la distancia entre la cocina y mi habitación, un par de metros, se encuentra a la derecha con una mampara de madera, que hace las veces de puerta.
Lo que ve ahora cuando la abre es un vestidor (otra idea genial de mi omnipresente madre), pero hace unos años, este cuartucho, este zulo de más o menos, 2’20 de largo por 1 metro de ancho, con una pequeña ventana que comunica con la cocina, era la habitación de la señora de la limpieza. Ésta es otra de la interminable lucha de las organizaciones feministas en el Líbano, ayudar a los cientos de mujeres mozambiqueñas, etíopes, srilankesas, etc, que trabajan en algunas casas como esclavas, como una propiedad más de sus dueños, sin derechos laborales en absoluto y sin esperanza. 

Poneos ahora en la piel de un libanés o libanesa. Eres, por ejemplo, un empresario con la vida resuelta, o una señora a la cual le encanta la vida social, además de seguir las últimas tendencias. No tienes muchísimo dinero, no hace falta para tener a una extranjera en casa, pero vives bien, un buen coche y sus etcéteras. Tienes a tu disposición a una sirvienta, a la cual no tienes ni que tratar como una persona. De hecho no es una persona, es un accesorio hecho para servirte, a ti y a tu perro, al que sacará a pasear. Tendrá su espacio en la cocina, donde al lado estará su minihabitación. En esto han mejorado, años atrás algunas dormían en el altillo de un armario empotrado, cerca de su territorio de platos y fregaderos.
Cuando te vayas el finde de casa, cierra con llave, no vaya a ser que la muchacha quiera salir a divertirse o traiga un hombre a casa. No podrás impedir que salga al balcón y charle con alguna compatriota, pero éste es un mal menor. Sin embargo puede que un día llegues y descubras que debes buscar otro accesorio, porque éste se ha tirado desde la terraza, buscando sin duda una vida mejor, que probablemente habrá obtenido. No es algo que te pille por sorpresa, sabías que cada cierto tiempo una srilankesa o filipina se entrega a la gravedad. Pero jamás pensaste que tu etíope llegaría a tal punto. No es culpa tuya, es simplemente una cultura diferente, un amor incomprensible por la libertad. Dios la acoja en su seno.
True story.








7 comentarios:

  1. intentarè traducirselo a mi madre que estarà orgullosa de su... su... mah?
    Gracias! Es muy ùtil, para los que no estamos ahì, que nos expliques todo sobre la cultura que estàs conociendo. Vivir en otro Pais, dà la posibilidad de entender a fondo las diferencias culturales entre los pueblos. Y tu presencia ahì, como de cadauno en tierra extranjera, enriquece a los que estan a tu alrededor como a los que disfrutan de tu opinion desde lejos.
    Un abrazo

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  2. Bueno, como expatriado en otro país árabe he tenido mis conversaciones con musulmanes con la intención de intentar entender su forma de ver la vida. He de decir que las disfruto enormemente y me fascina como gente que es igual que yo en todos los sentidos (edad, estudios, viajada) mantiene una forma de entender su existencia tan radicalmente opuesta a la occidental en algunos temas.
    La secretaria de mi oficina es una chica de 29 años, siria, con formación universitaria, un máster y dominio total de árabe, inglés y español, con puesto de directiva a la tierna edad de 26 años en una empresa de marketing, trabajo que dejó para venirse a Omán por el trabajo de su marido... sin embargo, defiende a capa y espada que la palabra de una mujer, solo en algunos casos, está bien que no valga lo mismo que la de un hombre, por que la naturaleza de la mujer y el hombre es distinta y la mujer puede dejarse manipular más fácilmente, por ser en más sentimental que el hombre.
    Me doy cuenta como el nivel de educación no influye en la manera de entender una doctrina social falocéntrica que domina estos países. Las cosas son así, y punto.... Allah Akbar...

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    1. Buenas Rodri. Muy interesante tu comentario, yo también disfruto de esas diferencias. Por ejemplo me quedé muy sorprendido cuando una amiga libanesa, la más liberal y abierta que he conocido, me contaba que si se casa no le importará dejar su trabajo y cuidar a sus hijos y mantener la casa, que ese es para ella el papel de la mujer. Sin duda la mujer oriental está bastante lejos de la europea en muchas cosas, por ejemplo en el exagerado cuidado estético que siempre tienen..

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  3. Querido Diego:
    Me llamo Jorge, no nos conocemos, pero supongo que nos sonamos de cara; soy el compañero de Daniela en la Ofecomes de Cantón. Hace unos días Daniela debió verme poco animado a través de la mampara y me sugirió tu blog. Leí un artículo y al día siguiente ya me había leído todos los otros, ¡gracias, me ha encantado leerte, enhorabuena!
    Un saludo,
    Jorge

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    1. Querido Jorge, muchas gracias por tu comentario, me alegro de que te haya gustado el blog, yo también estoy leyendo el tuyo y me está pareciendo muy interesante para conocer el sudeste asiático, tienes otro seguidor aquí por el Líbano. Un saludo

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  4. Hola Diego,

    a mi no me conoces ni de vista pero también me recomendó tu blog Daniela y es imposible no seguirlo!
    Enhorabuena, tus artículos son muy interesantes además me encanta ese toque de humor con el que escribes.

    Saludos

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    1. Lidia, muchas gracias por tu comentario, me has alegrado el día. un saludo y un beso

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